lunes, 13 de abril de 2009

Viaje al Oeste IV

Capitulo XIV
El Rey mono lleva ya cerca de 500 años condenado en el interior de la montaña de las 5 fases.
Anteriormente había pasado la bodhisattva que le prometió su libertad si seguía y servia al monje budista que pasaría por el lugar en busca de las tres escrituras que trataban del vehículo superior ( Mahayana) para la salvación de todo el reino.
Conforme voy leyendo el libro, mas certeza tengo de que se trata del cuaderno de viaje de alguien que ya llego a su destino.
A esta altura del libro me encuento con lo que posiblenente son las dos partes de la persona, la parte mental encarnada en el rey mono, y la espiritual, encarnada en el monje Tripitaka. Faltan dos partes mas, pero aun no he llegado a ellas.

En este capitulo me llamo la atencion la escena en la que Tripitaka y Wu-Kung (el rey Mono, que habia sido renombrado por Tripitaka como “Peregrino Sun”) se enfrentan a 6 bandidos, los cuales tenian unos nombres pero que muy peculiares. Paso a la escena que me llamo la atencion:
(…)
Los dos caminantes llevaban cubierta una buena parte de su trayecto, cuando les
salieron al encuentro seis hombres gritando como locos y armados con lanzas, espadas y arcos. Se pararon justamente en el centro del sendero y, levantando la voz, dijeron:
- Párate, monje, y bájate del caballo. Si quieres seguir adelante, tendrás que darnos todo lo que llevas.
Tripitaka estaba tan aterrado que sintió cómo el espíritu se le salía del cuerpo,
cayéndose del caballo, incapaz totalmente de articular palabra. El Peregrino corrió hacia él y, ayudándole a levantarse, le dijo:
- No os asustéis, maestro. Esta gente ha venido a ofrecernos ropa y un poco de dinero para el viaje.
- ¿Estás sordo o es que no has oído lo que han dicho? - exclamó Tripitaka -. ¡Quieren que les demos el caballo y cuanto llevamos encima! ¿Cómo puedes afirmar que han acudido a socorrernos?
- Vos quedaos aquí cuidando de nuestras cosas - le sugirió el Peregrino -. Yo voy a
acercarme hasta ellos a ver lo que pasa.
- ¿A ver lo que pasa? - repitió Tripitaka -. Por muy bueno que sea un puñetazo, siempre será inferior en efectividad a dos puños, y éstos a cuatro manos. ¿No lo entiendes? Tenemos ante nosotros a seis tiarrones y tú posees una constitución más bien débil. ¿Quieres decirme cómo vas a hacerles frente?
Valiente como era, el Peregrino no se avino a más razones. Se dirigió hacia ellos con los brazos cruzados y, tras saludarlos, les preguntó con inesperado desparpajo:
- ¿Se puede saber, caballeros, por qué habéis cerrado el paso a un monje tan pobre
como éste?
- Somos los reyes del camino y los señores de la Montaña de la Relación Humana.
Desde siempre hemos sido muy famosos, aunque tú parezcas desconocerlo. Entregadnos lo que lleváis y os dejaremos pasar. De lo contrario, os haremos picadillo.
- También yo he sido rey y señor de una montaña durante siglos replicó el Peregrino -. Sin embargo, he de admitir que en todo ese tiempo no he oído hablar de vosotros. Disculpadme, pero no sé cómo os llamáis.
- ¿Que no lo sabes? - repitió uno de ellos -. Está bien. Te voy a presentar a todos. Uno es el Ojo-que-ve-y-se-complace-en-ello, otro el Oído-que-oye-y-lo-graba-en-lamemoria, otro la Nariz-que-huele-y-se-deleita, otro la Lengua-que-saca-sabor-a-lascosas-y-después-las-anhela, otro la Mente-que-percibe-y-codicia-la-posesión-de-lopercibido y otro el Cuerpo-que-aguanta-y-sufre.
- Vosotros lo que sois - replicó Wu-Kung, soltando la carcajada - es unos bandidos que no sabéis reconocer a vuestro amo. ¿Cómo os atrevéis a cerrarme el paso? Sacad todo lo que habéis robado y divididlo en siete partes iguales, si queréis seguir con vida.
Al oírlo, algunos de los ladrones se echaron a reír, otros se pusieron furiosos xy los
menos se echaron a temblar. Todos, sin embargo, reaccionaron a la postre de la misma manera, ya que se lanzaron sobre él, gritando:
- ¡Maldito monje! No tienes nada que ofrecernos y encima nos exiges que repartamos contigo nuestro botín. ¿Quién te has pensado que eres? Blandiendo sus lanzas y espadas, rodearon al Peregrino y descargaron sobre su cabeza no menos de setenta u ochenta golpes. Pero Wu-Kung se comportó como si no pasara nada.
- ¡Cuidado que tiene la cabeza dura este monje! - exclamó, asombrado, uno de los bandidos.
- No demasiado - le corrigió el Peregrino, riéndose -. Me parece que tanto ejercicio os está cansando un poco, ¿no es así? Es hora de que saque ya la aguja y me divierta un rato con vosotros.
- ¡No me digas que eres acupunturista! - se burló otro de los ladrones -. ¿Para qué vas a sacar la aguja, si ninguno de nosotros está enfermo?
El Peregrino se llevó entonces la mano a la oreja y cogió su pequeña aguja de bordar. La sacudió un poco cara al viento y al instante se convirtió en una barra de hierro del grosor de un cuenco de arroz. La agarró fuertemente con las dos manos y gritó con potente voz:
- ¡No corráis, cobardes! ¡Dadme la oportunidad de probar en vosotros mi barra!
Los seis ladrones se desperdigaron en todas las direcciones, pero él de dos zancadas les dio alcance, rodeándoles con felina destreza. Después los fue matando uno a uno, les quitó las ropas y les desposeyó de cuanto de valor llevaban consigo.
- Ya podéis continuar, maestro - dijo, volviéndose sonriente hacia Tripitaka -. Los
bandidos han sido exterminados.
- Lo que has hecho ha sido algo terrible - le regañó Tripitaka -. Es posible que fueran unos salteadores, pero tú no tenías ningún derecho a juzgarlos y condenarlos a muerte de la forma en que lo has hecho. ¿Por qué les has matado a todos? Deberías haberte limitado a hacerles huir. ¿Cómo puedes considerarte un monje, cuando vas por ahí asesinando a la gente sin ton ni son? Quienes nos dedicamos a la vida del espíritu tenemos la obligación de "cerciorarnos de que no hay ninguna hormiga en el suelo, cuando barremos, para que no sufra daño alguno; incluso debemos rodear las velas con pequeñas pantallas, para evitar que las polillas mueran abrasadas". ¿Cómo puedes tú matar a quien te venga en gana, sin detenerte a distinguir lo blanco de lo negro? ¡Es increíble que te muestres tan poco compasivo con los demás! Menos mal que nos encontramos en un descampado y aquí está descartada toda investigación sobre los hechos. Imagina que esto hubiera sucedido en una ciudad. ¿Crees que ibas a seguir en
libertad después de golpear con tu barra de hierro al que te apetezca?
- Pero, maestro - protestó Wu-Kung, desconcertado -, si no los hubiera matado, ellos habrían terminado con nosotros.
- Los monjes - sentenció Tripitaka - tenemos la obligación de morir antes que emplear la violencia. Además, hay una gran diferencia entre perder la vida uno y morir asesinados seis. No existe ninguna justificación para lo que has hecho. Incluso si fueras el juez, tendrías que admitir que tu conducta ha sido del todo desacertada.
- Cuando era rey de la Montaña de las Flores y Frutos, hace aproximadamente
quinientos años - trató de defenderse el Peregrino -, maté a yo qué sé la de gente; si no llega a ser por eso, jamás habría llegado a Gran Sabio, Sosia del Cielo.
- ¿Pero es que no comprendes - replicó Tripitaka - que sufriste ese tremendo castigo, precisamente porque, al actuar sin ningún tipo de escrúpulos ni control, atrajiste sobre ti la cólera de la Tierra y la condena del Cielo? Si, después de abrazar la fe budista, aún insistes en practicar la violencia y en seguir matando a la gente como antes, no eres digno de ser un monje ni de acompañarme al Paraíso Occidental, porque simplemente eres un malvado.
(….)
En una escena posterior, la bodhisattva entrega a Tripitaka una especie de diadema para su discipulo Wu-kung, pero cuyo fin era el control y sometimiento de este. buscando videos me he encontrado con una adaptacion de dicha escena bastante simpatica, eso si, esta en ingles.

Mi interpretacion es que la mente esta siendo domesticada por nuestro ser interior, al que en cierta forma todavia asusta lo que hay fuera, Wu-Kung, la mente, reprime completamente los productos de nuestros sentidos. A lo que tripitaka, lo reprende, ya que solo deberia haberse limitado a espantarlos. No se hasta que punto se ajusta al objetivo de la meditacion, de observar sin enjuiciarse a si mismo, sin denternerse en ellos, dejandolos pasar, sin prestarles demasiada antención

Mitakuye Oy Asin

Erlik Khan

3 comentarios:

(z) Victoria dijo...

Hola Erlik! Me ha encantado este párrafo. Me ha sorprendido que los bandidos representen a los sentidos. Pues pobres sentidos, es la mente la que hace un mal uso de ellos, no? :(
Un abrazo!

Eugenio Criado dijo...

No se si hace un mal uso de ellos, mas bien son ek medio por el que se comunica con el entorno, creo que hace el mejor uso de ellos que la mente conoce, si no le enseñamos otras pautas, se quedara prisionero de los sentidos, dependiente de lo que ellos comunique. POr eso creo que un camino de crecimiento interior, ayuda a esta no dejarse llevar por lo que recibe de los diferentes sentidos.
Mitakuye Oy Asin

Eugenio Criado dijo...

Se me quedaba atras... :o)...
me esta soprendiendo todo el libro, ha sido un acierto dejarme llevar y hacerme con el.
pasas un buen rato riendote, sorprendientdote, expectante... y ... aprendiendo tanto la forma de pensar del pueblo chino, como un camino de crecimiento de una forma sumamente sencilla. Y todo esto habiendome leido poco menos que la 5 parte del libro...

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